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viernes, julio 26, 2024
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Durante la pandemia creció la inseguridad alimentaria

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A comienzos de año, cuando la pandemia era una noticia lejana en Argentina, 350 personas se acercaban todos los días al comedor Los Bajitos para recibir una vianda para almorzar. En este momento, la organización social, ubicada en el Partido de Tigre, provincia de Buenos Aires, recibe a más de 600 personas. “Empezó a venir gente que nunca había pedido ayuda a un comedor. Por la pandemia, quedaron sin trabajo o les redujeron las horas y muchas personas no llegan con sus ingresos a comprar los alimentos. Se acercaban con vergüenza y me decían que cuando se reactivara el trabajo no iban a pedir más asistencia alimentaria”, cuenta Cristina Gerez, coordinadora General de la institución.

El aumento de la demanda en Los Bajitos no es un caso aislado. De hecho, el Gobierno argentino está asistiendo con alimentos a 11.200.000 personas por el impacto del coronavirus en la economía. Antes de la pandemia, ocho millones requerían ayuda. En estos meses, se invirtieron 85.000 millones de pesos en políticas alimentarias, concentrados en los comedores y en la Tarjeta Alimentar, que fue el primer instrumento del Plan Argentina contra el hambre, promovido por el Gobierno.

Esta última política de complemento integral alimentario para los sectores más vulnerables se inauguró a principios de año y está destinada a madres de niños y niñas de hasta seis años que reciben Asignación Universal por Hijo (AUH), embarazadas a partir de los tres meses que perciben la Asignación por Embarazo; y personas con discapacidad que reciben AUH. Las tarjetas son de 4.000 pesos para madres con un hijo y de 6.000 pesos para aquellas que tienen dos o más niños. La directora nacional de Seguridad Alimentaria del Ministerio de Desarrollo Social, Karina Yarochevski, confirma que la Tarjeta Alimentar permitió llegar a 1,5 millones de titulares y alcanzó a 2,8 millones de niños y niñas.

Victoria Tolosa Paz, responsable del Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales, señala que este año hubo una transferencia inédita de recursos: “La asistencia social en tiempos de pandemia fue muy importante para poder amortiguar el impacto. Los primeros meses nos abocamos a lo urgente, a que el plato de comida esté. Luego, vamos a trabajar en lo que contiene el plato”.

“Es evidente que el tema alimentario antes de la pandemia ya era complejo”, reconoce Sebastián Waisgrais, especialista en Inclusión Social y Monitoreo de Unicef. “De hecho, la Tarjeta Alimentar apuntaba a reducir uno de los impactos de la pobreza en Argentina, que es la inseguridad alimentaria”, dice. Y agrega un dato: 8,3 millones de chicas y chicos están en situación de pobreza monetaria, es decir el 62,9% del total de población infantil y adolescente. Y 2,4 millones se encuentran en pobreza extrema.

El aumento de la demanda de alimentos también lo confirma el Banco de Alimentos de Buenos Aires, ya que se reveló que la entrega de productos creció en un 66%. “Cuando en marzo se decretó el aislamiento social, preventivo y obligatorio tuvimos que implementar un procedimiento de emergencia para dar de alta nuevas organizaciones. Esto quiere decir que, cuando un comedor u organización comunitaria nos pedía ayuda, nos contactábamos para ver las necesidades que tenía. También tuvimos que reorganizar la logística de entrega de los alimentos. Antes, las organizaciones venían al Banco a retirar las donaciones. Recibíamos entre 40 y 45 organizaciones por día. Con la crisis sanitaria tuvimos que ver la forma de llegar a las instituciones y evitar que se junten en el depósito”, cuenta Marisa Giráldez, directora del Banco de Alimentos de Buenos Aires.

En marzo, esta entidad repartió 625 toneladas de comida y en los últimos meses 1.000 toneladas. Las instituciones vinculadas están llegando a 570.000 personas, mientras que antes atendían 168.000 personas. “Los centros comunitarios están funcionando con una modalidad sistémica. Acercan alimento, no solo a los niños, sino a la familia entera”, comenta Giráldez.

En el relevamiento del Banco de Alimentos de Buenos Aires, se observó que de las organizaciones que mantienen la provisión de alimentos, el 70% tuvo que implementar la entrega de viandas o bolsones. Es decir, se suspendió la posibilidad de comer en el comedor para evitar que se aglomerasen muchas personas.

En el caso de Los Bajitos, a las seis de la mañana ya empiezan a llegar las voluntarias al comedor para cocinar. A partir de las 11.30, empiezan a acercarse las familias en busca de su vianda. “Cuando vienen a buscar la comida, tienen que traer un táper para que lo usemos al día siguiente y así entregarles una nueva ración”, cuenta Gerez. Alrededor de las tres de la tarde se termina de realizar la entrega.

“Tenemos menos voluntarios que antes porque algunos son grandes y por la pandemia les pedí que se quedaran en la casa. Por el aumento de la demanda tuvimos que comprar una olla nueva de 100 litros y un anafe porque no dábamos abasto. Teníamos seis hornallas, pero no nos alcanzaban. Las voluntarias empezaron a venir una hora antes para llegar con la comida de todos”, relata Gerez.

A la referente de Los Bajitos le preocupa que tuvieron que sacar la fruta y el pescado del menú porque no les alcanzaban los recursos para tanta gente. Explica: “Antes tratábamos de darlo una vez por mes. Pero siendo tantos, no podemos salir de los fideos, la polenta, el arroz y la salsa. Cuesta mucho mantener el nivel nutricional. Usamos vegetales básicos para las salsas y a veces hacemos sopa de verdura. El Estado nos dona alimentos una vez al mes, pero no alcanzan. Entre la polenta, las lentejas, los fideos y el arroz, que nos brindan, nos arreglamos por una semana. Envían 130 kilos de arroz y para una sola comida usamos 70 kilos. También tenemos donantes particulares y alguna empresa que nos ayuda”.

Para Waisgrais, la emergencia alimentaria de Argentina tiene que ver en gran parte con la calidad de los alimentos. “Se consume en exceso azúcar, hidratos de carbono, ultra procesados y alimentos secos. En general, cuesta mucho que los bolsones y viandas tengan alimentos frescos, carnes, verduras y legumbres. Venimos trabajando con otras organizaciones sociales como Cáritas y La Poderosa para introducir en las donaciones alimentos de calidad. Hasta el momento, no se estuvo pensando en las necesidades nutricionales de los más chiquitos y ellos terminan comiendo de la misma olla que los adultos”, señala. Según datos de la Segunda Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS2), el 41,1 % de los chicos y adolescentes de entre 5 y 17 años tiene sobrepeso y obesidad en Argentina

Fuente: El País

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