El hambre en nuestro país es una realidad cada vez más palpable.
Los efectos de la pandemia del coronavirus no hicieron más que profundizar esa herida imperdonable, empujando a millones de personas a la pobreza.
Los comedores comunitarios que ya estaban abarrotados desde antes se han convertido en un escenario frecuente de historias que se repiten.
Gente que necesita comer y gente que “hace magia”. Así lo llaman las hermanas Ruiz Díaz, quienes junto a otro grupo de militantes del Comedor Hilda Guerrero, día a día se las ingenian para alimentar a cientos de personas.
El equipo de Argentina Sin Hambre visitó ese espacio, ubicado en Av. Entre Rios 1260 de la Ciudad de Buenos Aires, para conocer de primera mano el trabajo que allí se realiza y para que nadie se quede sin su plato de comida.