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Balance a un año de la Tarjeta AlimentAR

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En noviembre de 2019 no había pandemia, estaban llegando a su fin cuatro años del gobierno de Macri y los índices socioeconómicos eran un desastre solo comparable a la crisis de 2001. En ese contexto, lo más urgente era la alimentación de gran parte de la población. Así nació el “Plan Argentina Contra el Hambre” (PACH) que presentó Alberto Fernández días antes de la elección que lo colocó en la Presidencia, con un llamado a asumir el desafío de “terminar de una vez y para siempre con el hambre” y lo calificó como “la batalla más sensata que podemos hacer”. Pero mientras el Gobierno daba sus primeros pasos, llegó el coronavirus y las políticas de asistencia social se vieron tensadas entre las necesidades cada vez más imperiosas de los sectores más vulnerables y la administración de los escasos recursos de un Estado demacrado.

Allí la tarjeta AlimentAR se convirtió en una de las primeras y más importantes herramientas desplegadas por el Gobierno para dar asistencia alimentaria. El ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, fue quien desarrolló el programa que planteaba, como uno de los ejes del Plan, una canasta básica de alimentos accesible a partir del fomento de centros de producción y de comercialización vinculados a la economía social y popular y la agricultura familiar.

En enero, en paralelo a la realización de ferias en apoyo a la producción y comercialización de estos sectores, entregaron las primeras tarjetas AlimentAR, quizás el eje central del Plan, que consiste en el acceso a una tarjeta de crédito para madres o padres con hijes de hasta 6 años o con discapacidad que reciben la AUH y para embarazadas a partir de los 3 meses cuando cobran la Asignación por Embarazo. En las tarjetas se acredita un monto mensual de $4.000 -un hije- a $6.000 -más de une- disponible para comprar alimentos y bebidas (no alcohólicas). Cuando concluían la entrega de las tarjetas en marzo, el 12 se decretó la emergencia sanitaria por el coronavirus y el 20 se estableció el aislamiento a nivel nacional. A partir de ahí, dependiendo la localidad, los beneficiarios comenzaron a percibir la ayuda de la tarjeta por distintas vías.

Hoy, con DISPO en lugar de ASPO, avanza la idea de aumentar su crédito aunque aún no hay nada en concreto. Lo cierto es, que más allá de distintos refuerzos que se han acreditado, la inflación en alimentos particularmente, hace que la cifra depositada valga para prácticamente la mitad, de lo que servía al comienzo.

La tarjeta en números

Al comienzo, Arroyo estimaba que el presupuesto inicial del plan rondaría los 60 mil millones de pesos y comprendería la distribución de “casi 1.400.000 plásticos”. Hoy la tarjeta es potestad de 1,5 millones de familias que comprenden a 4,3 millones de personas, cuya demanda mensual supera los $7.600 millones mensuales.

Una publicación del Instituto del Conurbano (ICO – UNGS) indica que en promedio el 3,2 % de la población de los 24 distritos que componen el conurbano accedió a la prestación de la AlimentAR. José C. Paz tiene el mayor peso porcentual (5,5% de su población: 16.900 beneficiarios) seguida por Merlo (4,9%), mientras que la mayor cantidad neta de beneficiarios está en La Matanza (63 mil personas, que representan el 2,8%).

El hambre en números

Ya en noviembre una familia tipo de dos adultos y dos hijos debía contar con $21.573 mensuales para procurarse una cantidad de alimentos suficiente, según el INDEC. Según el criterio estadístico, las familias que no tienen ese ingreso se encuentran debajo de la línea de indigencia y padecen hambre. La semana próxima se sabrán los números de diciembre, pero vale mencionar que todas las consultoras indican una fuerte aceleración en alimentos durante el último mes del año.

Los datos oficiales, también reflejaron para el primer semestre de 2020 que en la población argentina hay un 40,9% de pobreza, porcentaje que contiene a 10,5% de indigentes. Son casi 18 millones de pobres. El Ministerio anunció en diciembre que durante todo el año se erogaron $ 131.616 millones en distintos planes de asistencia, ya sea Tarjeta AlimentAR, asistencia a comedores, IFE, ATP y Potenciar Trabajo, entre otros.

Ese enorme esfuerzo fiscal no ha cambiado la situación de raíz, aunque sería necio no reconocer que ha mitigado enormemente lo que podría haber sido una catástrofe social sin precedentes.

Los planes anunciados por el Gobierno, a través de su ministro de Desarrollo Social, para este 2021 implican la búsqueda de la generación de empleo para recomponer el entramado social. Claramente, el Covid-19 sigue estando presente y en los últimos días amenazando con un fuerte rebrote que podría poner en jaque cualquier plan.

En ese contexto, la Tarjeta AlimentAR continuará siendo una herramienta necesaria y central, solo resta esperar que se aumente el monto acreditado y que se acompañe con mejores políticas económicas tendientes a desacelerar la inflación en alimentos

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