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La solidaridad que nadie cuenta: Presos del penal de San Martín embolsaron papas para comedores comunitarios

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Luego de que una empresa procesadora de papa congelada en Balcarce decidiera darle un destino solidario a más de 2,5 millones de kilos de papa cosechada, fueron 200 camiones tolva los que se encargaron de hacerla llegar a los puntos más carenciados del país.

El miércoles pasado, uno de esos camiones llegó a destino: el Complejo Penitenciario de San Martín donde se almacenó hasta el sábado siguiente. Ese día, bien temprano, 30 presos junto a voluntarios de la agrupación “San Isidro en casa” y de parroquias fueron los encargados de llenar más de mil bolsas con papa para distribuir en comedores.

Los hermanos Ignacio y Fabiana Rosasco, los voluntarios y una máquina de coser llegaron al penal, con todas las medidas del protocolo por el coronavirus , y sin tiempo para perder comenzaron las tareas de embolsado. Vale aclarar que si bien se llevaron barbijos para los presos, ellos al no tener contacto con el exterior, decidieron no usarlos.

La idea surgió días antes cuando Ignacio se enteró de la donación de la empresa Mc Cain, donde había una posibilidad cierta de proveer papa a un gran número de comedores parroquiales y centros comunitarios. Se le comentó a Fabiana que, sin dudarlo, aceptó. Llamó a Javier Fornieles, presidente del Banco de Alimentos de Balcarce, para organizar la logística y con una donación del flete de allí hasta Buenos Aires todo quedó listo para salir.

Sin embargo, apareció un inconveniente: el lugar para hacer la descarga y embolsado de los 30.000 kilos de papa porque “nadie tenía un sitio tan grande para ubicar tamaña cantidad de productos”.

Fue allí que Ignacio recordó su amistad con Eduardo ‘Coco’ Oderigo, creador de Los Espartanos, el club de rugby de los presos. Y juntos organizaron que la carga se dirija directamente al penal donde contarían con la ayuda de los reclusos en el armado de las bolsas.

“Esto fue un trabajo colaborativo enorme, atando un nudo al lado de otro para llegar a una buena semilla. Primero conseguimos la donación, luego unas empresas nos donaron el flete, nos regalaron más de 1000 bolsas de polipropileno y, por último, involucramos a los presidiarios para que sean parte de la movida”, contó Ignacio, que trabaja en una semillera internacional.

Fueron ocho horas de trabajo arduo, donde cada preso paleó la gran montaña de papa, que era “la mejor manera de hacerlo para la mercadería a granel” .

Algunos cerraban las bolsas con un nudo nomás, en vez de cocerla para hacer con más celeridad la tarea, y otros las cargaban en el transporte que iban a los distintos comedores. “Éramos uno solo, donde todos trabajamos a la par y estábamos en la misma, no importaba quien era quien”, relató.

“Estaban contentos de ayudar, sentían que eran parte de la película y que podían hacer algo por el otro. Entienden que estaban pagando por lo que han hecho pero querían otra oportunidad. Era la primera vez que tenían contacto con gente de afuera después de dos meses que se decretó la cuarentena y nos preguntaban cómo estábamos en el exterior”, agregó.

Luego de cuatro horas de trabajo, llegó el momento de cortar y almorzar y los presos invitaron a los voluntarios a acompañarlos al comedor del penal. Pero enseguida se retomaron las labores porque todavía quedaba mucho para embolsar. A eso de las seis de la tarde, todos sonrieron: la tarea estaba cumplida.

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